Fue muy sonado en 1951 la aceptación formal por parte de la Iglesia Católica de la teoría del Big Bang, considerándola congruente con lo que dice La Biblia.

La concepción en la física del Big Bang en el origen del universo no contradice la idea teológica de su creación por Dios. Stephen Hawking, en su libro La teoría del todo, sostenía que ambas perspectivas convergen en el punto en el que la creación divina se confunde con una “singularidad” en el origen del espacio-tiempo, allí donde “la distancia entre galaxias debió de ser cero”. La ciencia y la fe parecen acomodarse en este punto.

Hawking mencionaba que San Agustín, en La Ciudad de Dios, reflexionaba que si la humanidad progresa tiene que haber tenido un comienzo, presentando de este modo el argumento: “el hombre, y con ello quizá también el universo, no pudo haber existido siempre. De lo contrario, ya habríamos progresado más de lo que lo hemos hecho”. El razonamiento es homólogo al que conduce a la tesis del Big Bang, que es el resultado de un cálculo matemático realizado a partir de la constatación de la expansión del universo. Esta última había sido demostrada empíricamente por E. Hubble midiendo la distancia y la velocidad radial de las relaciones entre nebulosas extra-galácticas.

Hawking decía de ese descubrimiento que “llevó finalmente la pregunta del comienzo del universo al dominio de la ciencia”. Compaginaba así la idea teológica de un dios creador con las estrictamente científicas de la física: “En un universo invariable, un comienzo en el tiempo es algo que tiene que ser impuesto por un ser fuera del universo. No hay ninguna necesidad física de un comienzo. Se puede imaginar que Dios creó el universo literalmente en cualquier momento en el pasado. Por el contrario, si el universo se está expandiendo, puede haber razones físicas de por qué tuvo que haber un comienzo.”

Así continuaba la argumentación de Hawking: “Se podría seguir creyendo que Dios creó el universo en el instante del Big Bang. Incluso podía crearlo en un tiempo posterior de tal forma que pareciese que hubiera existido un Big Bang. Pero no tendría sentido suponer que fue creado antes del Big Bang. Un universo en expansión no excluye la figura de un creador, pero pone límites a cuándo Él podría haber realizado su obra.”

Esta no oposición entre el pensamiento científico y el teológico a propósito de la idea de un Dios creador no es la única convergencia entre ciencia y teología. Sólo para señalar el interés en ahondar en estos temas, una pregunta: el propósito de unificación de las ciencias en un sistema único y completo de proposiciones, ¿es compatible con la idea de la unicidad de la causa creadora en la teología? Hawking, a este respecto decía: “si descubrimos una teoría completa, (…) sería el triunfo definitivo de la razón humana, pues entonces conoceríamos la mente de Dios”. Pero no se proponía objetar la idea de una omnipotencia divina, antes de eso, creía explicitar el orden que caracterizaría su realización, una puesta en razón de la que participa el hombre mismo en la medida en que, ciencia mediante, llegaría a conocer cómo opera “la mente de Dios”.

Todas cuestiones para profundizar.

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Raúl Courel - Psicoanalista tucumano, escritor, profesor y ex decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.